Anticipan que con la baja de retenciones se pondrá fin a la protección histórica de la industria curtidora

Pocos saben que la familia de Marcos Galperín, quien se hizo reconocido por crear Mercado Libre, es dueña de Sadesa, la principal curtiembre del país y “uno de los mayores fabricantes de cuero del mundo”. La empresa fundada por su abuelo, Walter Leach, en 1941 y dirigida ahora por su hermano Miguel Galperín, ha sido beneficiada desde hace décadas (junto a toda la industria curtidora) de un régimen de protección bastante infame, que perjudica a productores ganaderos y frigoríficos pues deprime artificialmente el precio de su principal materia prima, el cuero bovino.
El ministro de Desregulación y Modernización del Estado, Federico Sturzenegger, acaba de anunciar en redes sociales que junto a la eliminación por completo de los resabios de retenciones que pagaban las economías regionales vendrá también la liquidación de ese régimen industrial, que supo impulsar también en los años 90 Emir Yoma, el cuñado del ex presidente Carlos Menem y dueño de las curtiembres Yoma.
“Me gustaría contar sobre un histórico conflicto que había devastado un potencial mercado de exportaciones premium de nuestro país y que se resolvió con la baja de retenciones anunciada ayer por Manuel Adorni y Luis Caputo. Tiene que ver con la industria del cuero”, indicó Sturzenegger en sus redes sociales, dando forma al anuncio breve que había hecho Economía: En la gacetilla oficial, el gobierno había mencionado el cuero bovino entre las economías regionales que dejarían de tributar retenciones de modo definitivo.
Luego agrega el ministro de Milei, con particular crudeza para ser un funcionario: “Las curtiembres (que son las que procesan el cuero) no quieren que se pueda exportar el cuero para que el precio local sea el más bajo posible. Los frigoríficos, para los que el cuero es una fuente de ingreso adicional (que puede llegar a ser 5% del precio del novillo), obviamente quieren que sí. Que el cuero valga más para los frigoríficos beneficia a los consumidores porque permite abaratar la carne”.
Luego recuerda que “en los 70 las curtiembres lograron cerrar el mercado de exportación de cueros (y después algunos economistas lloran la brecha externa…). En los 90 se reabrió el mercado aunque con una retención. Pero hecha la ley hecha la trampa: el precio que se usaba para fijar la retención no era el precio del cuero de acá sino un precio (altísimo) de EEUU. ¿El resultado? La retención era prohibitiva y el cuero localmente seguía sin valer nada”.

Aquí intervenimos nosotros: En realidad lo que se aplicó fue una altísima retención adicional contra las exportaciones de cueros crudos, salados o wet blue, que son los de menor grano de elaboración. De esta, los frigoríficos que faenaban bovinos y acumulaban estos subproductos de la faena, no podían exportarlos directamente -porque la alta retención los dejaba fuera de la cancha- y quedaban presos de venderlos a la industria curtidora, donde los jugadores incluido Sadesa se juntaban todos las semanas a decidir un precio de modo cartelizado, que por supuesto era mucho más bajo que el internacional.
Así, aquí se realizaba con materia prima comprada barata las etapas más contaminantes del proceso industrial (el curtido con químicos), y luego los cueros se solían exportar enteros para su procesamiento industrial en otros países, como China o Italia, pues era poco el porcentaje de cueros que utilizaban aquí talabarteros o artesanos o automotrices, para revestir el asiento de los autos.
Además, por arte y parte del excelente lobby de la Cámara Curtidora, el precio de Chicago se utilizaba como referencia para determinar la retención. Con lo cual si la alícuota de esta protección era de 20%, en los hechos se aplicaba un 40% porque se aplicaba el descuento sobre un pecio superior.
Debe recordarse que la Argentina es uno de los mayores “fabricantes” de cuero a nivel global, pues faena cada año 13 millones de bovinos. Durante décadas, el valor del precio del cuero crudo aquí fue la mitad o menos que el de Estados Unidos. Si allá valía 1 dólar por kilo, acá valía 0,50 dólares.
Sigue Sturzenegger: “Lo increíble de esta historia es que como las curtiembres tampoco crecieron en capacidad (mucha inestabilidad, capital caro, etc.) el cuero no tenía demanda y los frigoríficos terminaban enterrando los cueros, lo cual generaba un pasivo ambiental. La intervención del Estado había logrado transformar un producto premium de exportación en un pasivo ambiental. ¡Caramba! Ese sí que era el camino del éxito”.
En rigor, continuamos nosotros, el negocio del cuero curtido ha ido decreciendo a nivel global, porque la materia prima cada vez tiene menos uso y se ha reemplazado en muchos casos por derivados del petróleo. Entonces, por la presión de los frigoríficos que no querían malvender sus subproductos a las curtiembres cartelizadas, desde el gobierno de Mauricio Macri se comenzó a intentar desmontar este sistema de protección.
FUENTE: Bichos de Campo