Diez mil años no bastaron para una ganadería europea competitiva
Muchos historiadores coinciden en que hace diez milenios el hombre comenzó con la domesticación del ganado para sustento y trabajo, proceso en el que Europa no fue a la zaga.
Sin embargo, desde hace muchas décadas, con la honrosa excepción de Gran Bretaña por épocas, viene defendiéndose con garras y dientes de la producción de sus ex colonias de América y Oceanía, que llevan 250-500 años en el tema, con instrumentos de lo más variados.
Se pasó de la defensa porque sí a los argumentos sobre seguridad alimentaria, bienestar animal, normas sanitarias, la defensa del paisaje europeo, el calentamiento global. Cualquier colectivo los dejaba bien.
En el camino, la perfección llegó con la Política Agrícola Común hace unos sesenta años que aisló la producción europea del resto del mundo y la condenó al fracaso.
Los europeos no deben tener idea del costo de ese magnífico fiasco.
Esto viene a cuento por dos hechos de estos días.
Uno, fue la aprobación de cláusulas de salvaguardia para defenderse de la “invasión” de productos agropecuarios, encabezados por la carne (¿cuándo no?), tras la firma del acuerdo de libre comercio con el Mercosur.
Fueron tan mezquinas las concesiones para esos productos en el acuerdo que tales salvaguardias son risibles; aunque no dejan de ser peligrosas.
El otro fue la decisión de postergar hasta enero, así dicen, la firma de ese acuerdo que iba a hacerse en Foz de Iguaçú en la cumbre del Mercosur, el fin de semana pasado.
La iniciativa de la postergación fue francesa, ninguna sorpresa, en este caso apoyada por Italia.
La UE es un mercado muy maduro, que viene en retroceso, aunque tiene un nicho de alta calidad que es muy atractivo, si bien su interés viene declinando en las últimas décadas, por las trabas y el menor consumo.
No obstante, es mejor tenerlo que privarse.
Otra consideración es que Europa está en una coyuntura muy delicada. Testigo poco activo de la guerra comercial y tecnológica entre las dos principales potencias del mundo, con crecimiento económico raquítico, salvo contadas excepciones de países pequeños, una situación de gran inseguridad, con el conflicto ruso-ucraniano en sus puertas y el preocupante cambio de la posición tradicional de EE.UU. como un aliado confiable, avances de la derecha antiglobalista en muchos de sus miembros y dificultades en manejar la inmigración de una manera satisfactoria.
Quizás los ingentes montos necesarios para contribuir con la defensa de Ucrania y la propia, hagan girar la cabeza hacia el impresionante presupuesto agrícola, que siempre ha sido el principal gasto de la Unión y es mejor que no se pregunten por su resultado.
A pesar de las magras promesas del acuerdo Mercosur-Unión Europea para la carne (nueva cuota de 75 mil t peso producto para los cuatro países y desgravación del 20% de la cuota Hilton) y los demás productos agropecuarios, creemos que es mejor firmarlo que descartarlo, desde un punto de vista general.
Pero Europa debe darse cuenta de que su estrategia para competir en el sector de la carne apunta más a destruir lo que hacen los demás que construir lo propio y quizás anhelando que el mundo se haga vegetariano.
Por todo esto, ojalá que esta postergación de la firma sea efectivamente de muy corto plazo.
FUENTE: Miguel Gorelik – Valor Carne