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Fracasa el intento de Bruselas de imponer la Ley anti-deforestación

La Unión Europea (UE) decidió postergar por segunda vez la ejecución de la Ley que prohíbe la importación de “commodities” provenientes de los países emergentes al mercado europeo que contribuyan al proceso global de deforestación, y de esa manera agravar el “cambio climático”.

El resultado es que quedan excluidos del consumo de la región productos como café, cacao, caucho, maderas, y aceite de palma, y sobre todo y principalmente, la soja proveniente de Brasil, a quien el gobierno de Bruselas, y en especial de Francia, considera el gran depredador del sistema global por la devastación que presumiblemente provocaría en la foresta amazónica.

La Ley Anti-deforestación fue aprobada en 2023, y establece que la carga de la prueba de que esos productos no son cultivados en áreas deforestadas proviene de los propios productores.

Esto, como es evidente, exige una compleja y costosa operación que obliga a contratar incluso los servicios de compañías satelitales, lo que es de imposible cumplimiento en países como Indonesia, Malasia, India, y el propio Brasil.

De ahí que desde el primer momento Brasil, Indonesia, India y Malasia manifestaron su oposición al nuevo régimen europeo, y este rechazo adquirió características más agudas en los últimos 6 meses cuando se hizo cargo del poder político en EE.UU el presidente Donald Trump, que exigió a Bruselas dejar de lado la frondosa legislación anti-deforestadora, aduciendo que era una simple expresión del más rancio proteccionismo agrícola de la Unión Europea.

Los países emergentes argumentaron en forma unánime que la Ley Anti-deforestación dejaba afuera del mercado europeo a millones de pequeños productores de “commodities” de lo que antes se denominaba “Tercer Mundo”, que carecían de los recursos y de los conocimientos tecnológicos que exige la nueva legislación.

Europa, en síntesis, vuelve a presentar ante el mundo su condición de último y principal reducto del proteccionismo agrícola, con una legislación que es al mismo tiempo un auténtico sinsentido (disparate) económico y comercial, y una imposibilidad tecnológica, que los propios especialistas de Bruselas admiten.

Por eso, y debido a la aparición del “fenómeno Donald Trump”, la UE tiende no sólo a postergar su ejecución, sino que comienza a desvanecerla en el horizonte, sumergiéndola en el cementerio de los anacronismos y de las imposibilidades.

En términos agroalimentarios, Francia es el país más relevante de Europa, y la característica distintiva de la agricultura francesa es que es un sistema de producción absolutamente híper-regulado y subsidiado al extremo, con una prácticamente inexistente capacidad de innovación.

Esto es lo que le impide a la producción agrícola francesa competir con los grandes países agroalimentarios de América del Sur, ante todo Brasil y la Argentina, que poseen una superior productividad y una reconocida aptitud para la innovación.

Francia recibe más de 40% del total de los subsidios de la Política Agrícola Común (PAC), el acuerdo forjado en la década del ´60, durante la presidencia fundadora de la 5ta República por el General Charles de Gaulle, que transformó a Europa en el centro del proteccionismo agrícola mundial.

Ahora este sistema no competitivo e híper-regulado que es la producción agroalimentaria europea ha entrado en una situación de colapso debido a la irrupción extraordinariamente destructiva del status quo del presidente Donald Trump.

“La política internacional es un mundo de realidades, no de ideologías”, afirmó el General De Gaulle en la década del ´60. Por eso hay que desechar todo reclamo ecológico de parte del gobierno de Bruselas respecto a su política anti-deforestación.

Ahora la realidad golpea a las puertas del mundo de infinitos papeles y de miles de cargos burocráticos carentes de sentido del gobierno de Bruselas, cuyo aporte a la cadena de valor agregado es nulo o negativo, y cuyos infinitos informes sobre los problemas ecológicos nunca son leídos.

En definitiva, el destino de la Ley anti-deforestación ya está trazado y es morir olvidada en el museo de las cosas carentes de sentido y pobladas de anacronismo.

FUENTE: Jorge Castro – Clarín