Sábado, 01 Mayo 2021

Inflación y carne: el error de tomar al campo como chivo expiatorio

Inflación y carne: el error de tomar al campo como chivo expiatorio

"Pensar en solucionar el drama inflacionario que atraviesa nuestro país desde décadas con prohibiciones para exportar es un error caro", sostiene Diego Piccardo, Economista de la Fundación Libertad y Progreso

 

El gobierno no logra estabilizar la economía. El alza del 4,8% de la inflación de marzo dejó atónitos a propios y ajenos, superando las mediciones de todas las consultoras. En cualquier gobierno de un país razonable, un alza de la inflación pondría en el ojo de la tormenta al Presidente del Banco Central, ya que es el que tiene que rendir cuentas por la estabilidad o inestabilidad de precios.

Sin embargo, en la Argentina vamos a contramano de lo que dice el manual. No solo que ni se lo nombra a Miguel Ángel Pesce como responsable del descontrol de precios, sino que se buscan culpables por fuera del gobierno, como si la emisión monetaria del 2020 no hubiese existido y la bola de LELIQs no haya llegado al 126% de la base monetaria (el stock de deuda remunerada supera los $3 billones).

En la lógica de los funcionarios, si la inflación no la genera el gobierno, ¿quién la genera? Y acá es donde indefectiblemente cae el campo. No solo tiene que cargar con el peso de las retenciones, impuestos nacionales, provinciales y municipales e incontables regulaciones, sino que también carga con la responsabilidad de la inflación.

Los precios de la carne suben, es verdad, pero también sube el precio de Indumentaria (10,8% subió solo en marzo) y no son rubros dedicados a la exportación porque es un sector poco competitivo internacionalmente. Por otro lado, los precios de las frutas cayeron 1,8% por más que sean bienes transables. De esta manera, pensar en solucionar el drama inflacionario que atraviesa nuestro país desde décadas con prohibiciones para exportar es un error caro.

Este error ya lo cometimos en el pasado reciente. En los años en donde el sheriff de la Secretaría de Comercio, Guillermo Moreno, prohibió las exportaciones de carne, no solo no redujo los precios, sino que se perdieron 10 millones de cabezas de ganado.

Esto se explica ya que, si uno prohíbe la venta al exterior de un bien, incrementa la oferta en el corto plazo, haciendo caer los precios. Ahora bien, dado que en el mercado local se vende a un precio mucho menor, el incentivo a invertir y aumentar la producción disminuye. En el sector ganadero, se liquidan las hembras porque ya no es rentable mantenerlas para que se reproduzcan, haciendo que cada vez haya menos cabezas de ganado en todo el país. En el mediano plazo, la oferta cae revirtiendo la baja del precio de corto plazo que ocurrió en un principio.

Así, confundir las causas de la inflación no solo genera un debate académico entre economistas, sino que produce costos que repercuten, no solamente hoy, sino en la producción agropecuaria del mañana. El hecho de que nuestra unidad de medida (el peso argentino) pierda valor, todos lo bienes y servicios van a subir de precio, y acá no hay diferencias entre transables o no transables.

El ciudadano argentino ve que cada vez puede comprar menos carne, no porque la carne suba mucho, sino que su sueldo en términos reales no para de caer. Si comparamos los precios de los alimentos en dólares de Argentina con el resto del mundo somos un país barato. En definitiva, el problema no es ni la carne, ni el pollo, ni la ropa. El problema es que el salario del argentino es bajo.

De esta manera, en vez de limitar las exportaciones y de entorpecer la producción con regulaciones innecesarias, lo conveniente es generar un clima empresarial en donde se incentive la inversión y el empleo. No hay manera de que el salario de los argentinos crezca si no vienen empresas y hunden su capital en nuestro país. Ahora bien, no esperemos que vengan si no estamos dispuestos a establecer reglas de juego claras y que perduren en el tiempo.

Además, controlar la inflación es condición necesaria para que las reglas de juego perduren en el tiempo. Sin estabilidad de precios, los saltos en el tipo de cambio y distorsiones en los precios relativos obstaculizarían cualquier intento de encauzar un sendero de crecimiento económico sostenible. Para ello, es menester entender que es un problema monetario.

En este sentido, la monetización del déficit fiscal provoca que la calle se inunde de billetes y que la gente cada vez los quiera menos por la pérdida de valor que la expansión monetaria genera. Por ello, es crucial que todo el espectro político tome conciencia de que se necesitan muchos años de superávit fiscal para que el BCRA gane independencia en el manejo monetario y de una vez por todas controlemos a la inflación.

FUENTE: A 24

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