Viernes, 22 Marzo 2019

Fiesta con lomo, malbec y tango para celebrar el regreso de la carne argentina a EE.UU.

Fiesta con lomo, malbec y tango para celebrar el regreso de la carne argentina a EE.UU.

Funcionarios del gobierno de Donald Trump, empresarios e importadores del sector cenaron en la embajada. El mercado estadounidense se reabrió luego de 17 años

 

Los 50 kilos de lomo argentino llegaron a Washington directo en avión, como un tesoro. Los cortes habían sido elegidos cuidadosamente porque sin duda esos pedacitos de carne de primerísima calidad --acomodados en elegantes platos con salsa de hongos y oporto, flanqueados por espárragos y papas al parmesano— fueron la estrella de la noche en la embajada de nuestro país en la capital estadounidense.

Había que festejar a lo grande: la carne criolla volvió a los Estados Unidos después de 17 años de un mercado cerrado y esa apertura se celebró aquí en una cena de lujo con vino, tango y altos funcionarios del gobierno de Donald Trump junto a empresarios del sector, ansiosos por probar en vivo y en directo el producto argentino.

La embajada se vistió de gala para recibir a personalidades de los círculos de poder de Washington, que fueron recibidos por el embajador Fernando Oris de Roa, a quien se veía muy cómodo entre funcionarios y empresarios vinculados al sector de la carne.

De la Argentina había llegado el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Guillermo Bernaudo; el presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPVCA), Ulises Forte, y Guillermo Rodríguez Larreta, de Angus Argentina.

En mesas redondas, en el salón principal ataviado con delicados efectos luminosos, se acomodaron Elaine Chao, la secretaria de Transporte; Sergio Peña, vicesecretario de Defensa encargado de América latina; Kimberley Breier, vicesecretaria de Estado para la región; CJ Mahone, vicesecretario de USTR (United States Trade Representative); James Scriven, presidente de BID Invest, brazo del organismo para el sector privado, entre otros.

También se vio a Susan Segal, del Atlantic Council, a Julie Potts, presidente del Instituto norteamericano de la Carne, importadores y representantes de productores, distribuidores y frigoríficos argentinos y estadounidenses.

Oris de Roa destacó el “enorme valor simbólico, más allá del económico” del regreso de la carne argentina a Estados Unidos. El embajador había recibido semanas atrás en Filadelfia el primer envío de 12 toneladas que marcó la apertura del mercado.

La última vez que Argentina envió carne fresca para aquí fue en 1999, en medio de preocupaciones de Washington por la aftosa y durante los años del kirchnerismo –que mantuvo un enfrentamiento con el campo y un congelamiento en la relación bilateral con la Casa Blanca— no se reactivó. Los trámites sanitarios se aceleraron durante la gestión de Mauricio Macri y finalmente se anunciaron en el marco de la visita del presidente Donald Trump a la Argentina y la reunión del G-20, en noviembre pasado.

Mientras los comensales elogiaban el lomo en sus platos, degustaban también dos exquisitos blends de malbec y cabernet sauvignon mendocinos. El secretario Bernaudo aprovechó el estrado para sacar pecho y decir que ahora “Argentina está volviendo a ser un gran jugador en el mercado internacional de carne”. Y destacó la calidad de nuestro ganado, alimentado a pastura.

Los invitados brindaban ante cada discurso y la charla en el salón se animaba. El presidente del IPVCA también estaba exultante: “Los argentinos no tenemos la mejor carne del mundo. Le competimos a todos y somos capaces de ganarles”, desafió Forte, ante las risas generales.

Por ahora lo que llega a Estados Unidos –parte de la cuota de 20.000 toneladas-- son cortes magros para procesar hamburguesas y otros productos. Pero la intención es poder exportar otros cortes de mayor calidad. Por eso buscaban seducir con el lomo.

A la hora de los postres –pavlova con dulce de leche y frutos rojos— se lanzó un show de tango con una pareja de argentinos que llegó especialmente de Las Vegas y los comensales los disfrutaron bailar entre las mesas.

Ya era la hora del brindis final con champagne. Los estadounidenses se retiraron enseguida (eran pasadas las 21, tarde para las costumbres locales), pero entusiasmados con la cena. Los argentinos, claro, se quedaron bastante tiempo más, comentando la calidad del lomo, bebiendo y saboreando unos alfajorcitos de maicena.

FUENTE: Clarín

Compartir en redes sociales